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Dormir a la intemperie.
Están las montañas y las rocas que forman ondulaciones en la tierra, y están, luego, las piedritas en el zapato. Manuel Alemian parece empeñarse en las páginas y páginas que componen su obra poética en no convertirse en Alguien. “¡Qué deprimente ser Alguien! / Qué común —como una Rana— / repetir el propio nombre — todo el santo junio — / ¡a un Pantano que te admira!”, escribió, sabia, Emily Dickinson en “Zumbido”.
Manuel Alemian no es escritor. Es, diría Hebe Uhart, una persona que escribe. O es escritor en el sentido en que se es carpintero, uno que se define en el oficio y no en la pose. Es lo contrario de alguien que se cree escritor. Lacan dice que la verdadera enfermedad mental del ser humano es creerse un yo. Manuel Alemian no se cree alguien (“Sos vos / ¿Posta?”). Especialmente en Especial, este libro que se hace espacio entre sus manos, Alemian escribe sin grandilocuencias. No se para en la tarima ni les pide a los lectores, a Mahoma, que vayamos a él. No pretende ni siquiera ser montaña. Ni Mahoma. No pretende modificar el paisaje, el territorio, los mapas. Pero horada.
Esto es una advertencia. Quienes se aventuren en la lectura de Especial se encontrarán profundamente afectados. No se puede caminar con una piedra en el zapato, y sin embargo es lo que hacemos todos los días, todos y cada uno de nosotros. No hay una sola persona que no sufra. Que no padezca la incomodidad en el mundo. No hay una sola persona que no pueda ver lo extraño en lo familiar. Todos escriben. Todos bailan. Todo el mundo tiene mucho miedo todo el tiempo. Tiene miedo el kiosquero, tiene miedo la estudiante, tiene miedo el peronismo, tiene miedo la abuela. Todos tenemos miedo. Y hacemos el movimiento siguiente, que es avanzar en la letra. Se escribe para adelante. Se lee para adelante. Se camina para cualquier lado. Incluso con una piedrita en la suela.
La época pide calma. Y ofrece todo lo contrario. Y a la vez ofrece aplicaciones y métodos para calmarse. Postcapitalismo y esquizofrenia. Pero no hay que tranquilizarse. Menos con la poesía. La poesía no se calma nada. La poesía enloquece, como una piedra en el zapato. Como una voz en la oreja. Un zumbido. Una oreja tomada por una voz al paso, como un café, una conversación en la mesa de al lado del bar que pide ser escuchada. Enloquece, no hay que tranquilizarse. “Quiero ir a un lugar / donde pueda sentirme mal, / donde pueda pensar / solamente en los problemas, / en lo que me tiene preocupado, / en estado de desasosiego, / realmente mal”, dice en “Malestar”. Pero no solamente es tragedia. También es comedia humana y vivir en el medio, escribir en aire.
No hay aseveración total. Aunque se pidan deseos concretos (un aumento, un beso), Alemian abandona el sentido para hacer algo con él. Abandona la lógica del pensamiento para reconstruirla. Su poesía hace algo con el lenguaje saliéndose del lenguaje. Abandona el lenguaje para hacer algo con él. De eso se trata la poesía de Manuel Alemian. Un viaje de ida al universo distorsivo de la poesía encontrada en el bar de una esquina, en la esquina de la mente, en la curva.
¿Con cuántas palabras se hace un poema? ¿Quién dijo que no se puede ser todo el tiempo un desaforado? Especial usa todas las palabras prohibidas por comunes, por inespecíficas: “mucho”, “todo”, “nadie”, “nada”, “pero”, y con esas palabras de uso general hace “algo único, original”, especial. ¿Cómo lo hace? Corre esas palabras de su uso corriente, les draga un canal afluente. No trastoca el significado, las pone en primer plano. Rompe el esquema sensorio motor. Como si Tarkovsky, para contar un desayuno, acercara la cámara de manera brutal a una tostada. El primer plano tiende a la abstracción.
El poema abandona la forma de pensamiento. En Alemian, el poema es el propio pensamiento. “Tipeo, / no solamente / siento / y pienso”. No toma la forma de la frase. O, si la toma, a la vez se corre de ella. Se despega de ella como un espectro y la espeja desde afuera. Puede ser que no exista un afuera del lenguaje —la gran paradoja del ser humano—, pero sí existe una manera de volverlo súper especial. Entonces el poema es y no es parte del lenguaje; se suelta la jaula del sentido y el universo se percibe tal como es, infinito, como dijo William Blake.
En un presente en el que miles de personas duermen a la intemperie y la calle está llena de colchones de cartón que son un hogar, resurge la pregunta por el sentido, por el sentido de escribir poesía, por qué es poesía, y por si lo que este libro trae entre sus páginas (raro, escueto, corrido) lo es. Si poesía es aquello que interrumpe el paso cómodo de la comunicación verbal, decodificable, publicitaria. Especial de Manuel Alemian lo es. Especialmente.
Manuel Alemian, Especial, Nebliplateada, 2025, 118 págs.
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